Nos amábamos
en los
azulejos del tiempo,
quitábamos
telarañas
a nuestras
bocas de hierro
y dibujábamos
sobre nuestros
cuadernos
la mejor
versión.
Nos hacíamos
mejores,
más bellos
por dentro,
mientras que
las uvas
desaparecían
del vidrio
y entonábamos
otra canción.
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