Habíamos vivido todas las
vidas que caben en un pañuelo.
Teníamos la espalda
cubierta por todos los barros. Por el plagio de las escamas.
Pero seguíamos caminando.
Con el sol durmiéndonos las manos.
Queríamos que el aire fuera
nuestro.
Queríamos que la victoria
fuera el susurro de nuestros labios.
Queríamos recoger todas las
huellas del camino.
Íbamos despacio porque queríamos
llegar lejos.
Y llegaron seguramente. Un abrazo
ResponderEliminarun abrazo, amiga María del Carmen
ResponderEliminar