La
memoria se descalabra,
los vasos
ya no se sostienen
están
repletos de cemento.
Mis ojos
son agujeros negros
y los
tuyos ni siquiera los veo,
en
nuestras esquinas silencio.
Bailan
mis músculos sin esqueleto,
danza la
lengua fuera de la garganta
y en mi
rostro florecen las cicatrices.
Alguien
dice que han abierto las calles
y salimos
a la luz con las antorchas prestas,
en busca
del refugio de los vampiros.
Son las
siete de la mañana
del
tercer día de marcha
y mi
cuerpo se recubre de escarcha.
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