Vivíamos en camionetas a cuadros.
A veces dormíamos, otras sólo mirábamos al mar.
A veces nos comíamos los sueños de las manos y
otras
aderezábamos con algas nuestras viejas almas.
En la añeja fábrica que se veía a través de nuestra
ventana,
vivía un anciano que decía conocer todos los
tiempos.
Nos habló del tiempo de los gitanos, que transcurre
al revés.
Para nosotras el minutero no rasga las horas. Gira
como giran
las peonzas: Al libre albedrío.
Nos dijo que por eso éramos libres, porque para
nosotros el tiempo
no era un cuaderno de notas disecadas, sino el aire
que
azota las mejillas.
el vivir de los gitanos libres como el viento, y agarrados a sus costumbres de sus raíces. un abrazo
ResponderEliminaramiga María del Carmen, no hay nada que nos haga más libres que el viento golpeándonos las mejillas en una noche de estrellas
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