luis perronegro

luis perronegro

jueves, 25 de agosto de 2016

marchábamos desde hace tiempo

Marchábamos desde hace tiempo
con el horizonte quieto
con el hambre repleto de sueños
y todavía nos quedaba trecho.

Teníamos la espalda de los nadie
cubierta de barro, 
dormíamos en nuestro cielo sin techo
y el aire era nuestro.

Habíamos vivido
todas las vidas que caben en un pañuelo,
por eso nuestro reloj
se había despedido del tiempo.

la vida es un largo embrutecimiento

La vida es un largo embrutecimiento,
construido a conciencia,
con la infatigable perseverancia de la costumbre,
trago a trago 
pasando páginas en blanco
construyendo autopistas de cielo.


Llega un día 
en el que ya no te acuerdas del color de tus zapatos.

domingo, 14 de agosto de 2016

en su sexo habitaba la primavera

En su sexo habitaba la primavera
el aroma de las flores recién nacidas,
el lento despertar de un cielo de mediodía.
Sus pechos eran montañas de melancolía
a las que siempre regresaban mi lengua
para llenarse la boca del azúcar de su tierra.
Bailábamos en las noches silenciosas
con las pieles repletas de estrellas
y al despertar
nos dejábamos los versos en la almohada.


viernes, 12 de agosto de 2016

el hambre es el reloj de la historia

El hambre es el reloj de la historia,
es el camino por donde transcurren las arrugas del alma,
la famélica legión de los desesperados.
El hambre atrae a las grietas del rostro
a las raíces que crecen a sangre y fuego
a las palabras sin alas.

Es la luz que trae de vuelta a los fantasmas.

domingo, 7 de agosto de 2016

sueños y certezas

La manifestación transcurría como una procesión en blanco.
El asfalto era más terco que los viandantes. Pedía sangre.

En una pancarta se instigaba a soñar sin complejos.
En otra a no devorarnos la esperanza.
En la del medio gritaban todas las cicatrices.

Y al otro lado, justo en la línea de enfrente,
un verso pintaba la pared: el poder está en la boca de los fusiles.

jueves, 4 de agosto de 2016

vivía la primavera en su boca


Vivía la primavera en su boca,
anidaban mil golondrinas en los tejados de su vientre
y sus besos diminutos,  eran mariposas de deseo.

En sus ojos habitaba el mar con sus olas rotas,
sus cabellos eran el refugio de las tormentas de invierno
y su piel clara de agua, aparentaba ser la lengua del cielo.

Todo en ella sabía a amapolas y chocolate
y el mundo a su lado siempre era de color.