Si la luz tuviera rostro
sería el suyo, poblado de estrellas.
Si el mar tuviera un lugar donde
reposar
serían sus labios, mariposas que
besan el cielo.
Si el sosiego tuviera alguna
almohada
serían sus cabellos dormidos sobre
mi pecho.
Si el deseo quisiera tener nombre
serían las esquinas salvajes de su
cuerpo.
Mi niña
el principio y el fin de los sueños.
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