De
repente se apagaron las luces
el
techo se inundo de estrellas
la luna
pudo entrar por la ventana
y
entonces pudimos ver el mar.
Fue en
ese mar de lenguas disecadas
donde los
besos se hicieron carne y arena
donde nuestros
abrazos
se comieron
las caracolas de aire
y empezamos
a vivir el uno dentro del otro
soñando
los mismos sueños azules.
Un
tatuaje se agarró a nuestra piel
y
supimos que sería eterno.
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