luis perronegro

luis perronegro

sábado, 30 de enero de 2016

Una carta llena de amapolas.

Después de mucho tiempo y con los corazones latiendo en la mesa, me enviaste una carta. Al abrirla las amapolas se cayeron al suelo.
Había más belleza en cada una de las letras, que en cualquiera de los paraísos que me hubiera atrevido a dibujar, cada una de las silabas eran aullidos de viento, se mezclaba las pieles hasta convertirse en agua.
Teníamos una pasión contenida, que a veces se desbordaba y nos hacía parecer adolescentes clavando corazones en los árboles del parque.
No sabíamos si dar vueltas en círculo a las certezas, o atravesar los límites  y esperarnos con los abrazos puestos.

Después de mucho tiempo y cuando ya teníamos los mismos recuerdos , me enviaste una carta. Al abrirla creció la primavera.
Pude descubrir el contenido de tus ausencias, porque a veces martirizabas mariposas en el estómago y otras veces el silencio se pegaba a tus párpados, pude entender porque la luz se  encendía en tu rostro .
Teníamos algo único entre nuestras manos, frágil y bello, sosegado como un mar lleno,  eterno como un verso. Lo podíamos guardar en cajas, donde pusiera: SIEMPRE.
Empezábamos a soñar el mismo sueño, a hablar en las mismas palabras, a entendernos como si viniéramos juntos desde muy lejos.


Luego devoramos el papel y dejamos que se lo llevara el poniente. Cerramos el cuaderno y empezamos a construir un horizonte nuevo.

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