Me enfrento a su
cuerpo
como un niño a una
tarta de chocolate
sin saber por donde
empezar.
Dejo que en su vientre
crezcan las flores
y que sus pechos sean
manantiales de aire,
nos comemos las
huellas
como un caminante sin
camino, a ciegas
y nos vaciamos
como el mar cuando
abandona sus olas, sin pausa
y al final
cuando los cuerpos
yacen sobre la misma almohada
y las pieles se desnudan
al sol y al agua
sabemos que hemos
escrito un nuevo poema
de amor entre los
dientes.
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