Nací,
en una ciudad
donde
el invierno sangra a las farolas,
donde
la escarcha ama a los coches,
donde
la multitud huye de las matemáticas.
Bebí
lo suficiente como para escribir un libro
o
para dejar las sombras a la entrada de casa.
Y
luego me fui al campo
y
allí viví,
junto
a la sangre de las ramas,
junto
a la noche ausente de las tabernas,
rompiendo
los silencios de las plazas
y
ahora, sólo quiero,
conseguir
atrapar mi horizonte.
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