Cuando
el camino nace mi alma se despierta, recoge sus 21 gramos y acelera el pulso en
busca del contacto de su cuerpo.
Recogemos
nuestros abrazos entre cuatro baldosas y dejamos que la suavidad de las nubes
los guarde junto a la lluvia. Siento su sangre en mi sangre, un mismo latido de
cabellos apunto de despeinarse.
Caminamos
por las calles esperando que no desemboquen. Que las avenidas nunca se agoten y
que al final el último horizonte nos acerque al sur. Un sur de ventanas
abiertas y de alfombras de arena.
Paseamos por parques, donde duermen árboles inmensos, tan grandes que pueden dar sombra a una
ciudad entera.
Rezo
para que el reloj se pare en los semáforos, para que el aire sepulte los
segundos del viento.
Quiero
perderme y no llegar a casa, por eso llevo mapas que no conocen el camino de regreso.
Cuando
el camino nace mi alma se despierta y se
encuentra con sus palabras durmiendo en mi almohada.
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