Amanecía
en la profundidad del
mar amarillo.
Me despertaba en la
arena blanca
con la tempestad del roció
besándome los surcos
del rostro.
Había oasis en la
esquina de mis ojos,
beduinos que navegaban
en barcos de papel
y una noche ciega, que
no quería llegar,
mientras la nieve cubría
los techos de cristal
Amanecía
en la profundidad del
mar amarillo,
y yo no sabía,
si bajo mis pies crecía
agua o desierto.
El largo camino aún no
había terminado.
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